viernes, 23 de diciembre de 2011

No es hora de madurar...

¿Cómo definir esa sensación? Esa que nos embarga cuando realizamos una acción que siempre vimos realizar a los mayores y hasta el día de hoy, no lo hacemos nosotros... Yo la defino ridícula. Ayer tuve que ir a por el regalo de Fran, pero el dinero que llevaba ahorrando para su regalo, lo había ido administrando mi madre en mi cuenta del banco...

Ayer tuve que ir a sacarlos. Y como no me fiaba de ir solo, arrastré a Culo tras de mi. Al llegar frente al cajero, una chica de quince superpijapedorraosea y un tío desaliñado de diecinueve años, despeinado, en vaqueros grandes, y con bufanda desentonando como su sudadera negra, comenzó la odisea.

En principio intenté meter la tarjeta con plástico, a lo que Culo, haciéndose la sabionda, me la quitó de las manos y tras sacarla de la funda... comenzó a luchar por introducir la tarjeta en una franja verde que anunciaba que la ranura estaba... un poco más abajo.

Volví a retomar el poder yo e introduje la tarjeta, tras lo que en la pantalla apareció un "INTRODUZCA SU CÓDIGO" y luché y luché contra la pantalla, apretando los dedos contra ella. Pero de nuevo, resultó que la pantalla no era táctil... y había que pulsar los botones en el teclado numérico que venia más abajo.

Y todo esto con la intención de ir luego al Centro Comercial a comprarle el regalo a Fran. Una vez comprado el regalo, observé otro que me interesaba, a lo que le digo a Culo. "Oye, tendremos que volver a sacar dinero" y a lo que, abriendo los ojos, me mira "¿Y por qué no pagas con tarjeta?"... Yo, con mi gran mentalidad y mi alto coeficiente intelectual, pregunto "Ah, ¿eso se puede?" Durante al menos media hora, Culo estuvo pasando de mi por toda la tienda, ignorándome.

¿Y que iba a saber yo que se podía pagar con una tarjeta? Tarjeta de crédito y tarjeta del banco a mi me suenan tan distinto que pensé que no serian lo mismo.

Si, desde hoy, sigo pensando que no es mi hora de madurar, no...

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